sábado, 30 de agosto de 2008

MIEDOS


Ayer me tocó visita al veterinario. Veterinaria, en mi caso. No me voy a poner galones que no me corresponden: es entrar allí y me acojono. Que quizá sea por el olor a desinfectante o por lo frío del aluminio de la mesa en que me ponen. Pero bueno, tampoco soy un caso excepcional, el calvo se acojona cada vez que va al médico, y ya ni te cuento cuando pisa un hospital.

A lo que iba: que me metieron dos pinchazos. El primero, una vacuna contra no sé qué enfermedades. No dolió demasiado. Lo peor vino con el segundo. Una aguja que parecía de hacer punto.

Y es que resulta que la veterinaria le propuso al calvo que me pusieran un chip en el cogote. Que parece ser que, si me pierdo, gracias al chip ése pueden saber dónde vivo y cómo me llamo. Un chip. Si llego a poder hablar, le digo que me ponga un puerto USB y así redondea el conjunto, hay que joderse.

Y, al final, el calvo y la matasanos pactan que, de aquí a un mes, me operan para esterilizarme. Útero, ovarios, todo fuera.

Que no es que tenga un especial interés en ser madre, pero creo que tengo algo que decir al respecto. Un quirófano es un quirófano, y, la verdad, me da respeto que me rajen así, por capricho.

Ya me lo pensaré. Como me dé la ventolera, me escapo y que me busquen.

No sería la primera vez.

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jueves, 28 de agosto de 2008

RIQUEZAS


Los panolis me han regalado una pelota nueva y una esterilla de ésas del Ikea para echar la siesta. Poco a poco, casi sin darme cuenta, estoy acumulando un patrimonio que te cagas. No es que me guste darme importancia, pero, viniendo de la calle, esta acumulación de lujos a mi servicio adquiere matices especiales. Soy algo así como la versión felina del sueño americano, vamos.

Cambiando de tema, anoche, al calvo le dio por ponerme una lata de atún en el comedero, pensando que me volvería loca de gozo. Pues no, mira. Ya he dicho bastantes veces que soy austera en el comer, así que a mí no se me compra con manjares. Lamí un poco el aceitillo y allí se quedó el resto.

Volviendo a mis propiedades, de vez en cuando me da por pensar qué será de ellas el día que yo falte. Sí, ya sé que soy muy joven, pero qué quieres, que te lo den todo hecho hace que tengas mucho tiempo para comerte la cabeza con cualquier chorrada.

Es que, dadas mis circunstancias, dudo que tenga pareja, y menos hijos. La vida que se me aparece se reduce a estas cuatro paredes. Y tampoco me quejo, que conste. Puedo realizarme perfectamente yo sola. No soy una de esas desgraciadas que pierden la vida por un macho. Ni mucho menos.

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miércoles, 27 de agosto de 2008

SENTENCIAS


Poco antes de cenar, el calvo y la rubia suelen salir al porche a tomarse una cervecita, cerrando tras de sí la puerta principal para que no pueda escaparme. Una vez instalados en sus respectivas tumbonas, empiezan a llamarme por mi nombre insistentemente para que, desde detrás de la puerta, les responda con un maullido. Menuda gilipollez, dirás. Pues sí, pero mira, el calvo con cualquier cosa se conforma, y tampoco me cuesta tanto darle un gusto. Total, así luego él presume de animal domesticado y eleva su autoestima durante un cuarto de hora.

En ésas, que cada vez que el calvo pronuncia mi nombre, la perra del vecino se pone como loca. Parece ser que ha aprendido a relacionar Mina con gata, y mi sola mención le hace revivir la envidia que me tiene, por acaparar los cariños que el calvo antes le deparaba. Como te lo cuento.

Sin menospreciar los comentarios recibidos, he de decir que no es el objetivo de estas páginas sembrar la polémica, pero me veo obligada, dadas las circunstancias, a insistir en mi ya expuesta opinión acerca del colectivo perruno. Son idiotas. Simplemente. No es racismo. Es empirismo.

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martes, 26 de agosto de 2008

ÍNFULAS


Me encanta perderme en la biblioteca. Que seguramente será porque es la habitación más grande de la casa, ideal para corretear, y no por una pretendida afición mía a la cultura. Pero es que es ver entreabrirse la puerta, y allá que voy a matar el rato.

A los panolis les encanta llamar biblioteca a la habitación en la que acumulan libros, revistas y DVD. No pasa de ser un mero almacén, pero tener biblioteca es algo que da mucho postín. El nombre se lo puso el jefe de obras cuando hicieron la reforma de la casa. Cuando le explicaron para que querían esa habitación, siempre que se refirió después a ella la llamó así: la biblioteca.

Siguiendo el mismo razonamiento, llaman despacho al cuartucho del ordenador, y vestidor al cuchitril donde tienen el armario ropero.

Es que el sueño del calvo es salir en el Hola. Lo dice siempre. Nunca dejará de ser de barrio.

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lunes, 25 de agosto de 2008

VANIDADES


Ayer vino a casa la familia de la rubia -padres, hermano y novia de este último-. En general, no me gustan demasiado las visitas, ya que yo soy de natural reservado para con el desconocido. Al final, por aquello de la cortesía, me instalé en el mullido regazo de la madre de la rubia a echar una cabezadita. Le acabé cogiendo ternura a la señora, lo más parecido a un sofá andante -por dimensiones, digo- que he visto jamás.

A lo que iba: que me estuvieron todo el rato piropeando. Que qué guapa, que qué ojazos, que qué graciosa. Lógicamente, acabé con un subidón de autoestima del 15.

Es que, no es por presumir, pero estoy que rompo. Lo de la falsa modestia no va conmigo.

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sábado, 23 de agosto de 2008

DIGNIDADES


La última gracia del calvo consiste en tirarme por los aires para que caiga sobre el sofá. Al principio me daba miedo, pero ya lo tengo superado, lo que no significa que me guste. Por razones propias de mi especie, tras un par de sencillos contorsionismos, siempre caigo de pie, lo que fascina a la rubia. Siempre cae de pie, dice alucinada. Coño, pues claro que siempre caigo de pie, como que soy una gata.

La rubia es que se nota que es de ciudad, y de reino animal, entiende más bien poco. En su casa, eso sí, han tenido siempre perro. Yo es que a los perros los desprecio profundamente. Me parecen serviles, pánfilos, y, por qué no decirlo, un poco gilipollas. Dónde se ha visto eso de acudir corriendo a la menor llamada.

Si es que no tienen orgullo ni tienen nada. La perra del vecino, mismamente. Antes de llegar yo, el calvo estaba muy por ella, con eso de que pasa sola muchas horas. Le tiraba un palo por encima de la valla, y la muy imbécil se lo traía al momento. Así cincuenta veces. Ya me dirás tú si eso es hacerse valer.

Yo, cuando me llaman, vengo sólo si me da la gana.

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viernes, 22 de agosto de 2008

ENSAYOS


Como decía el otro día, los más fieles lo recordarán, estoy practicando técnicas de caza. Lo mío tiene un mérito especial, ya que soy autodidacta. Es lo que tiene haber sido abandonada de tan joven.

Pues ahora resulta que la rubia me ha regalado una rata de peluche. Le estoy sacando un rendimiento que te cagas. Salto sobre ella, la araño a conciencia, y después la muerdo a la altura de lo que sería la yugular. Para finalizar, la cojo con la boca y me la llevo al sofá.

A veces yo misma me sorprendo de estos instintos asesinos, pero qué quieres, soy un animal carnívoro y depredador. Una no puede luchar contra su propia genética.

Lo que no quita para que sea la mar de mimosa cuando me conviene.

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jueves, 21 de agosto de 2008

RESQUICIOS


Me fastidia el verano. Que a lo mejor es porque me está creciendo bastante el pelo, y me da calor, pero el caso es que ya tengo ganas de que llegue el otoño. El calvo pone bastante el aire acondicionado, pero yo, será porque me muevo mucho, que es que me achicharro.

Lo del crecimiento no lo llevo demasiado bien. Más que nada porque ya no paso por sitios donde antes cabía perfectamente. Detrás de la nevera mismo. Con lo que me gustaba meterme ahí a escuchar el zumbido del motor. Una putada esto de crecer, ya lo decía Peter Pan.

Que lo del Peter Pan ése lo sé porque el calvo lo dice mucho: tengo complejo de Peter Pan. Va a ser eso por lo que lleva esas camisetas. Es que no se hace a su edad.

Y encima se me va el hambre. El calor, ya digo. El calvo no para de decir que tiene una gata anoréxica. A mí no me hace puta la gracia, pero se lo dejo pasar. No va a estar una a la que salta.

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martes, 19 de agosto de 2008

VENGANZAS


Ayer, los panolis me dejaron sola. Se fueron a comer a un restaurante y después a visitar a los padres de la rubia, según me pareció escuchar. Todo el día aburrida. Para vengarme, me dediqué a esparcir por la cocina la arena que me ponen para hacer de cuerpo. Esto de hacer de cuerpo lo dice mucho el calvo, por influencia de su abuela. Yo digo más cagar, ya sabéis. Me gusta la naturalidad.

Que por cierto, me han traído una bandeja nueva para la arena, color pistacho. Es más alta, supongo que creen que así no podré desperdigarles la arena cada vez que me dé la gana. A veces son tan ingenuos que me enternecen.

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domingo, 17 de agosto de 2008

ARMAS


Me está costando esto de aprender a usar las uñas. A veces calculo mal y las clavo donde no debo: anoche mismo, estaba el calvo ante el ordenador cuando me apeteció subirme a echar un ojo. Es que me pierden los ordenadores. Es ver la pantallita ésa tan luminosa y me pongo cardíaca.

A lo que iba: que el calvo, como hace calor, va sin camiseta -un ordinario, que por cierto se está poniendo como un tonel-. Total, que me preparo y le salto al regazo con las garras bien abiertas para que me hicieran de gancho. Lo mismo que hago para subirme al sofá, vaya.

Resultado: un arañazo doble en la panza del calvo, que repasó el santoral en un abrir y cerrar de ojos. Yo, por si acaso, me largué corriendo y no he vuelto a acercarme.

Luego igual voy y le ronroneo un poco. Por romper el hielo, digo.

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sábado, 16 de agosto de 2008

VIOLENCIAS


No me gusta recurrir a la violencia, pero a veces no hay más remedio. El calvo tiene el puñetero vicio de rascarme la barriga cuando estoy echando la siesta. En un segundo, una pasa de estar durmiendo tan tranquila a convertirse en el objeto de juego de un chisgarabís. Y mira, no.

Lamentándolo mucho, me lanzo a morderle la mano. En la calle aprendí que hay que hacerse respetar. La calle es que curte mucho. Al mismo tiempo, practico algo de estrategia de caza. Yo creo que los panolis éstos me van a mantener mientras viva, pero por si acaso, procuro no dejar de lado mi formación. Yo es que soy de las de nadar y guardar la ropa.

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viernes, 15 de agosto de 2008

ADICCIONES

Llevo un par de días que me ha dado por las toallas. Ya de siempre que me ha llamado la atención la ropa en general, especialmente cuando tienden una lavadora. El tendedero la deja casi a ras de suelo, y me encanta meterme en medio. Por el olor a suavizante, que los atrae, dice una amiga de la rubia. Pues será.

Pero oye, que es ahora ver una toalla y es que me lanzo. El otro día, no sé cómo, amanecí con una toalla de las grandes en mi cojín del comedor. El calvo flipó. La que usan para secarse las manos ya la he tirado al suelo dos o tres veces. Como el toallero no es muy alto, zas, zarpazo y ya es mía. El calvo se cabrea cada vez que las encuentra. Claro, es que tirarlas es fácil, pero volverlas a colgar, con mi escasa estatura, lo tengo jodido. Eso, que me pillan siempre.

Habrá que perfeccionar la técnica.

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jueves, 14 de agosto de 2008

SEMBLANZAS

Como lo más probable es que nadie me conozca, dada mi limitadísima vida social, iniciaré este cuadernillo presentándome. Me llamo Mina, tengo dos meses y medio -casi tres-, y soy una gata siamesa y callejera. Me recogió una pareja -él, calvo, ella, rubia- y desde entonces vivo con ellos. No se portan mal conmigo, aunque el calvo es un poco pesado, y pretende que los mininos tenemos ganas de jugar las veinticuatro horas del día. Tendré que tener paciencia.

Mis jornadas se reparten entre dormir, comer y cagar, si se me permite la expresión. Yo es que soy muy de la calle, aunque esto creo que ya lo he dicho. Ah, también ronroneo bastante. Es un truco de una eficacia que te cagas -otra vez, se me escapa-. Están éstos viendo la tele, llego, les ronroneo un poco, y me dan lo que les pida. Así son de primarios.

Al contrario que otras de mi especie, no soy nada golosa. A veces pretenden obsequiarme con unas bolsas de carne en salsa que les dio la veterinaria. Se volverá loca, les aseguró con una mano, mientras con la otra les sacaba cincuenta euros. Loca dice. Yo, lo máximo que hago es lamotear el caldillo, que está bastante pasable. La carne se me antoja como revenida, aunque el pelmazo del calvo me la deja en el platillo hasta que me la tengo que comer por cojones. He probado a tirarla, pero mis fuerzas bimensuales no me alcanzan para volcar el comedero. Todo llegará.

Me gusta mucho más el pienso, dónde va a parar. Sabe así como a pollo al chilindrón. Esto lo sé porque, de muy joven, mi madre me dio a probar un trozo de pechuga al chilindrón que sacó de una bolsa de basura. Casi ni lo recuerdo, es que ya digo, era muy joven.

Mi madre, otra que tal. En la urbanización tiene fama de buscona. Más que fácil, es obvia. Me parió con otros seis, cada uno de un color. Yo he salido siamesa-siamesa, como ella. Aunque zorruna, hay que reconocer que la vieja no está nada mal. Eso sí, algo castigada. La vida al aire libre, es lo que tiene. De vez en cuando la veo deambular desde la ventana. Creo que le han hecho otro bombo. Creced y multiplicáos.

A veces echo de menos a mis hermanos. El mayor no llegó ni a los quince días, Dios lo tenga en su gloria. Lo desmembró un perro -también callejero- en un descuido de mi madre. Que la muy descastada, ni siquiera un maullido de dolor. Una boca menos, debió pensar. Total, no sé para qué querrá tanta leche.

Me voy por las ramas. A lo que iba: que me abro un blog. Ya que no me dejan salir de estas cuatro paredes, voy a ver si la red me da lo que ellos me niegan. Entretenimiento, básicamente. Y, por qué no decirlo, me apetece dejar huella de mi paso por este mundo. Así, cuando yo falte, se me recordará. Yo es que no soporto pasar desapercibida.

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