VIOLENCIAS
No me gusta recurrir a la violencia, pero a veces no hay más remedio. El calvo tiene el puñetero vicio de rascarme la barriga cuando estoy echando la siesta. En un segundo, una pasa de estar durmiendo tan tranquila a convertirse en el objeto de juego de un chisgarabís. Y mira, no.
Lamentándolo mucho, me lanzo a morderle la mano. En la calle aprendí que hay que hacerse respetar. La calle es que curte mucho. Al mismo tiempo, practico algo de estrategia de caza. Yo creo que los panolis éstos me van a mantener mientras viva, pero por si acaso, procuro no dejar de lado mi formación. Yo es que soy de las de nadar y guardar la ropa.
Etiquetas: vicios
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