viernes, 15 de agosto de 2008

ADICCIONES

Llevo un par de días que me ha dado por las toallas. Ya de siempre que me ha llamado la atención la ropa en general, especialmente cuando tienden una lavadora. El tendedero la deja casi a ras de suelo, y me encanta meterme en medio. Por el olor a suavizante, que los atrae, dice una amiga de la rubia. Pues será.

Pero oye, que es ahora ver una toalla y es que me lanzo. El otro día, no sé cómo, amanecí con una toalla de las grandes en mi cojín del comedor. El calvo flipó. La que usan para secarse las manos ya la he tirado al suelo dos o tres veces. Como el toallero no es muy alto, zas, zarpazo y ya es mía. El calvo se cabrea cada vez que las encuentra. Claro, es que tirarlas es fácil, pero volverlas a colgar, con mi escasa estatura, lo tengo jodido. Eso, que me pillan siempre.

Habrá que perfeccionar la técnica.

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