TREGUAS
Decididamente, al calvo no hay quien lo aguante. Anoche mismo, no sé qué coño me estaba haciendo -mi memoria a corto plazo es lamentable-, que acabé mordiéndole la mano. No demasiado fuerte, pero en fin, una señal de advertencia, tampoco había para tanto. Pues no veas cómo se puso.
Se lió a gritarme, y yo, por precaución, salí pitando hacia el despacho -no es por falta de valentía, pero dos kilos contra ochenta y siete me dan pocas oportunidades en el cuerpo a cuerpo, afrontémoslo-. Pues el tipo, que me ve entrando, y va y me cierra la puerta, dejándome encerrada. Para que aprenda, vociferaba, que aquí el que manda soy yo. Zarzuelero, no te digo más.
Allí, a oscuras -el muy ladino me apagó la luz, encima-, le concedí cinco minutos de cortesía antes de empezar a maullar. Normalmente, el calvo tiene tan poca sustancia que ni para los castigos sirve, pero oye, que me tiré media hora allí metida hasta que quiso abrirme.
Lo de los maullidos, no vayas a pensar, no provenían del miedo ni de la súplica -hasta ahí podríamos llegar-. Eran, simplemente, muestra de indignación, yo creo que más que comprensible.
Al calvo, ya te dije, le viene todo de lo del piso. Ahora, por lo visto, lo han apalabrado con un comprador, y están a la espera de que se lo tasen y toda la mandanga -ya me dirás tú qué van a tasar si, por lo visto, lo tenían hecho un erial-. De todos modos, entre que por fin, mal que bien, ve la solución a sus penurias y que es un desastre para el papeleo -lo pierde todo-, está hecho un flan. Es cosa sabida que es de los que se ahogan en un vaso de agua.
En aras de la convivencia, lo he estado pensando, buscaré un entente cordiale hasta que escampe. Él no me encierra y yo no le muerdo. Sencillísimo.
Etiquetas: circunstancias
2 comentarios:
Si yo tuviera que encerrarte cada vez que me muerdes, te pasarías la vida ahí metida... :(
Es que eres muy apetitosa...
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