miércoles, 22 de octubre de 2008

CONFLICTOS


A veces, la verdad es que me paso. Como hace un rato, sin ir más lejos. El calvo ha llegado a las tantas del supermercado, cargado y todo eso. Se ha puesto a lavar el coche. Ya me dirás tú quién lava el coche a las once de la noche -valga el ripio-, pero en fin, así es él.

El calvo es que tiene un problema con las tareas domésticas. Las retrasa siempre al máximo, y, cuando le pueden los remordimientos, se pone a hacerlas a horas inverosímiles. El coche mismamente: lo llevaba hecho una mierda desde que lo lavó para ir a una boda, hace la tira, y ahora, zas, en un momento quiere enmendar lo de seis meses. Como cuando estudiaba. Un Adán, lo que yo te diga.

Ya puesto con la manguera, me ha cambiado la arena. Es que tiene un sistema un poco peculiar de limpiarme el arenero: lo saca a la calle, lo apoya contra la valla del vecino, y se lía a manguerazos. De vergüenza ajena.

Cuando ha acabado con el coche y con el arenero, me lo ha rellenado y puesto en su sitio. Antes de hacerlo, tiene que barrer la arena que echo fuera, a veces queriendo, a veces sin querer. Como ya te he dicho alguna vez, yo, es que no sé qué me entra cuando veo la arena limpia y recién puesta. Que no puedo evitarlo, que no puedo: me lanzo en barrena a revolcarme y acabo dejando más fuera que dentro.

Ya me ves al calvo, cuando, después de todo el faenón, entra a la cocina y ve la playa que he organizado. Un cabreo que te cagas. Unos gritos, para qué contarte.

Si se habrá cabreado, que me ha castigado quitándome la comida hasta mañana. Así, sin avisar. Suerte que soy de poco comer, ya sabes, pero desproporcionado, es desproporcionado, se ponga como se ponga.

Yo creo que sólo tiene razón hasta cierto punto: su rol consiste en cuidarme, vigilarme, mantenerme, en definitiva, aguantarme. Que lo dice hasta un papel del Ayuntamiento -los panolis son muy de seguir las normas y hasta me han empadronado y todo- en el que figura él, el calvo, como mi propietario, con las obligaciones subsiguientes.

Vale, sí, me he pasado un poco, pero nadie dijo que el oficio de dueño félido fuera ni fácil, ni sencillo. Yo tengo mis manías y mis desahogos, y si no le gusta, que se vaya acostumbrando. Si quiere una mascota pasiva y tontorrona, que se compre una perra como la del vecino, no te jode.

Desde luego, hay que ver lo que desahoga la escritura. Y lo que cunde.

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2 comentarios:

Blogger Kenia ha dicho...

Ventajas de hacer las faenas fuera de casa y no en un arenero... hay que ver, des de luego el panolis ese a las 11 de la noche lavar el coche los vecinos deben de estar contentos!! por cierto, nada de mascota pasiva y tontorrona, mira quien habla la que se divierte esparciendo arena por le suelo ¿habrá actividad más tontorrona que esa?.

27 de octubre de 2008, 10:57  
Blogger MINA ha dicho...

La ventaja no es tuya, sino mía: para meterte a ti en un arenero, hace falta un camión bañera con varias toneladas de tierra, y creo que eso no cabe en casa de la parejucha ésa que te cuida xD

Lamidos.

27 de octubre de 2008, 12:12  

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