jueves, 28 de agosto de 2008

RIQUEZAS


Los panolis me han regalado una pelota nueva y una esterilla de ésas del Ikea para echar la siesta. Poco a poco, casi sin darme cuenta, estoy acumulando un patrimonio que te cagas. No es que me guste darme importancia, pero, viniendo de la calle, esta acumulación de lujos a mi servicio adquiere matices especiales. Soy algo así como la versión felina del sueño americano, vamos.

Cambiando de tema, anoche, al calvo le dio por ponerme una lata de atún en el comedero, pensando que me volvería loca de gozo. Pues no, mira. Ya he dicho bastantes veces que soy austera en el comer, así que a mí no se me compra con manjares. Lamí un poco el aceitillo y allí se quedó el resto.

Volviendo a mis propiedades, de vez en cuando me da por pensar qué será de ellas el día que yo falte. Sí, ya sé que soy muy joven, pero qué quieres, que te lo den todo hecho hace que tengas mucho tiempo para comerte la cabeza con cualquier chorrada.

Es que, dadas mis circunstancias, dudo que tenga pareja, y menos hijos. La vida que se me aparece se reduce a estas cuatro paredes. Y tampoco me quejo, que conste. Puedo realizarme perfectamente yo sola. No soy una de esas desgraciadas que pierden la vida por un macho. Ni mucho menos.

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4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Qué desagradecida eres, con tantos gatos muriéndose de hambre por ahí, y tú rechanzando nuestra lata de atún....

28 de agosto de 2008, 13:07  
Blogger MINA ha dicho...

Ahora resulta que me van a echar la culpa del hambre mundial. Hay que joderse.

28 de agosto de 2008, 13:07  
Blogger Kenia ha dicho...

Kenio al habla.
Malditos felinos, no valoráis nada. Nosotros tenemos un amor infinito por nuestros dueños y esto da sentido a nuestras llenas y completas vidas. A no ser que los dueños sean unos hijos de puta y nos maltraten o abandonen.
Ésta independencia vuestra es lo que me hace mal pensar de los humanos que os acogen. Para que narices quieren a un ser vivo en casa al que han de mantener con la gracia de que es un ser independiente y manipulador. Yo sí que he tenido suerte con mis dueños, sobretodo con el macho; la hembra tampoco está mal pero ya le tengo tomada la medida y ya no está claro quién manda a quién.

28 de agosto de 2008, 15:11  
Blogger MINA ha dicho...

Hombre, eso del amor infinito queda muy bien en los culebrones, pero en realidad...pss.

En mi caso en particular, es el calvo el que decidió acogerme. Siempre le hemos fascinado nosotros, los gatos, por nuestra elegancia de movimientos, por nuestra agilidad, o, simplemente, por nuestra belleza -hablo de los siameses, que somos sus preferidos-.

De todos modos, nosotros sabemos cuándo y cómo debemos demostrar nuestros cariños. Yo misma les ronroneo cuando se levantan, cuando llegan a casa y cuando se aburren en el sofá. También me gusta lamerlos de vez en cuando.

Lo mejor de todo: nuestro silencio. Qué coñazos sois los cánidos con vuestros ladridos constantes a cualquiera que véis por la calle. Un miau a tiempo siempre valdrá más que mil guaus.

28 de agosto de 2008, 19:38  

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