martes, 16 de diciembre de 2008

RASGOS


Lo que es, es: tengo la casa llena de pelos. En el sofá, en la cama, en el tapete de la mesa, hasta en el teclado del ordenador del calvo. Esta noche, sin ir más lejos, al llegar a casa comentaba que, al ir a llamar, se había encontrado un pelo mío incrustado en su móvil. Así mismo.

Hay que reconocer, sin embargo, que tanta pilosidad tiene sus ventajas: abriga que te cagas, por ejemplo. Ahora que esta casucha parece un iglú, yo estoy más ancha que larga. Como llevar una manta eléctrica incorporada, no te digo más. Los panolis, sin embargo, venga a tiritar: ya sabes que no tienen un duro, por lo que su sistema de calefacción da más risa que otra cosa. Lo normal en ellos, por otra parte.

Y estará mal que yo lo diga, pero la tonalidad de mi pelaje es de lo más elegante. Amarfilada en el cuello, marrón café en el lomo y negro negrísimo en orejas, cara, patas y rabo. Una cosa digna de ver, lo dicen todas las visitas. No quisiera caer en el racismo, pero hay variedades de gatos que, estéticamente, no valen una mierda. Los sieteleches, que los llamaba mi madre. Gatos de baja estofa, sin linaje ninguno, ni de aquí ni de allí.

Yo, sin embargo, todo lo contrario: siamesa no pura, purísima. Con denominación de origen, vamos.

Sé que despierto envidias, pero me da igual. Como comprenderás, a mí el prójimo suele importarme un pimiento. Por no decir otra cosa.

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3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Pues ándate con ojo nena, con mucho ojo con ese calvo xD

16 de diciembre de 2008, 9:17  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿¿Alguien le puede enseñar un poco de modestia a esta gata??

16 de diciembre de 2008, 15:13  
Blogger MINA ha dicho...

Parrulín, no hay problema: se le va la fuerza por la boca.

Rubia: No comprendo ese palabro.

16 de diciembre de 2008, 20:40  

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