PENUMBRAS
Creo que nunca lo he comentado, pero en la oscuridad, yo veo de maravilla. Eso, que no necesito luces para llevar a cabo mis quehaceres nocturnos. Si quiero ir a la cocina a comer o aliviarme, voy y ya está. Sin rozar ni un solo objeto, con una precisión cirujana. Como llevar faros incorporados, una cosa acojonante.
Yo la escucho montarse en su cochezucho y salir disparada hacia la estación, luchando contra el reloj. Es que vive siempre en un perpetuo combate contra sus minutos. Que por cierto, tendrías que ver el coche que lleva. Un trasto del año de la sarna con más bollos que kilómetros. Ahora, para compensar, tiene apalabrado un todoterreno que es casi más grande que la casa entera. En nuestra urbanización, a casi todas las protocuarentonas les da por lo mismo: todoterreno. Cuanto más grande, mejor, que parece que da mucho postín. Encima, los panolis, como el trasto no pasa por la verja de entrada, tienen que hacer obras para ampliarla. Lo que lees.
Los panolis, sin embargo, para qué contarte. La rubia, por alguna razón que no comprendo, insiste en no encender la luz del pasillo cuando se levanta para ir a trabajar, aunque aún sea de noche. Y claro, se pega unos hostiazos que lo flipas contra el marco de la puerta del baño. De sainete, ya te digo. El calvo, mejor ni mentarlo: si ya no ve tres en un burro a pleno sol.
Los primeros minutos de los días de la rubia son impagables. Cuando por fin consigue entrar y salir entera del lavabo, se va derecha a la cocina -ya con la luz encendida- a tomarse el café. Esa mujer, sin café matutino, no sabe ni cómo se llama. Se lo bebe casi de un sorbo, en pijama, con los ojos aún medio cerrados. Yo, mientras, la observo fascinada. Tambaleándose, va al vestidor, se pone lo primero que pilla -el glamour y ella no se llevan-, y sale dando un portazo porque, como siempre, pierde el tren.
Yo la escucho montarse en su cochezucho y salir disparada hacia la estación, luchando contra el reloj. Es que vive siempre en un perpetuo combate contra sus minutos. Que por cierto, tendrías que ver el coche que lleva. Un trasto del año de la sarna con más bollos que kilómetros. Ahora, para compensar, tiene apalabrado un todoterreno que es casi más grande que la casa entera. En nuestra urbanización, a casi todas las protocuarentonas les da por lo mismo: todoterreno. Cuanto más grande, mejor, que parece que da mucho postín. Encima, los panolis, como el trasto no pasa por la verja de entrada, tienen que hacer obras para ampliarla. Lo que lees.
Tú me dirás si esta gente no está de psicoanalista. Yo, mientras tanto, ante la estupidez ajena, oír, ver y callar. Como me enseñó mi madre.
Etiquetas: circunstancias
2 comentarios:
¡¡A ver cómo te ganarías tú el pienso si no fuera por mi!! ¡¡Desagradecida!!
Perdona, pero yo no critico: constato.
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