miércoles, 27 de agosto de 2008

SENTENCIAS


Poco antes de cenar, el calvo y la rubia suelen salir al porche a tomarse una cervecita, cerrando tras de sí la puerta principal para que no pueda escaparme. Una vez instalados en sus respectivas tumbonas, empiezan a llamarme por mi nombre insistentemente para que, desde detrás de la puerta, les responda con un maullido. Menuda gilipollez, dirás. Pues sí, pero mira, el calvo con cualquier cosa se conforma, y tampoco me cuesta tanto darle un gusto. Total, así luego él presume de animal domesticado y eleva su autoestima durante un cuarto de hora.

En ésas, que cada vez que el calvo pronuncia mi nombre, la perra del vecino se pone como loca. Parece ser que ha aprendido a relacionar Mina con gata, y mi sola mención le hace revivir la envidia que me tiene, por acaparar los cariños que el calvo antes le deparaba. Como te lo cuento.

Sin menospreciar los comentarios recibidos, he de decir que no es el objetivo de estas páginas sembrar la polémica, pero me veo obligada, dadas las circunstancias, a insistir en mi ya expuesta opinión acerca del colectivo perruno. Son idiotas. Simplemente. No es racismo. Es empirismo.

Etiquetas:

4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Pues será por su idiotez que han sido siempre "el mejor amigo del hombre".....

28 de agosto de 2008, 13:03  
Blogger MINA ha dicho...

Me lo has quitado de la boca.

28 de agosto de 2008, 13:08  
Blogger Kenia ha dicho...

Kenio al habla,
estas jugando con fuego y te vas a quemaaaaar.....

28 de agosto de 2008, 15:02  
Blogger MINA ha dicho...

No me conoces tú a mí bufada...

28 de agosto de 2008, 19:39  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio