miércoles, 29 de octubre de 2008

TREGUAS


Decididamente, al calvo no hay quien lo aguante. Anoche mismo, no sé qué coño me estaba haciendo -mi memoria a corto plazo es lamentable-, que acabé mordiéndole la mano. No demasiado fuerte, pero en fin, una señal de advertencia, tampoco había para tanto. Pues no veas cómo se puso.

Se lió a gritarme, y yo, por precaución, salí pitando hacia el despacho -no es por falta de valentía, pero dos kilos contra ochenta y siete me dan pocas oportunidades en el cuerpo a cuerpo, afrontémoslo-. Pues el tipo, que me ve entrando, y va y me cierra la puerta, dejándome encerrada. Para que aprenda, vociferaba, que aquí el que manda soy yo. Zarzuelero, no te digo más.

Allí, a oscuras -el muy ladino me apagó la luz, encima-, le concedí cinco minutos de cortesía antes de empezar a maullar. Normalmente, el calvo tiene tan poca sustancia que ni para los castigos sirve, pero oye, que me tiré media hora allí metida hasta que quiso abrirme.

Lo de los maullidos, no vayas a pensar, no provenían del miedo ni de la súplica -hasta ahí podríamos llegar-. Eran, simplemente, muestra de indignación, yo creo que más que comprensible.

Al calvo, ya te dije, le viene todo de lo del piso. Ahora, por lo visto, lo han apalabrado con un comprador, y están a la espera de que se lo tasen y toda la mandanga -ya me dirás tú qué van a tasar si, por lo visto, lo tenían hecho un erial-. De todos modos, entre que por fin, mal que bien, ve la solución a sus penurias y que es un desastre para el papeleo -lo pierde todo-, está hecho un flan. Es cosa sabida que es de los que se ahogan en un vaso de agua.

En aras de la convivencia, lo he estado pensando, buscaré un entente cordiale hasta que escampe. Él no me encierra y yo no le muerdo. Sencillísimo.

Etiquetas:

miércoles, 22 de octubre de 2008

CONFLICTOS


A veces, la verdad es que me paso. Como hace un rato, sin ir más lejos. El calvo ha llegado a las tantas del supermercado, cargado y todo eso. Se ha puesto a lavar el coche. Ya me dirás tú quién lava el coche a las once de la noche -valga el ripio-, pero en fin, así es él.

El calvo es que tiene un problema con las tareas domésticas. Las retrasa siempre al máximo, y, cuando le pueden los remordimientos, se pone a hacerlas a horas inverosímiles. El coche mismamente: lo llevaba hecho una mierda desde que lo lavó para ir a una boda, hace la tira, y ahora, zas, en un momento quiere enmendar lo de seis meses. Como cuando estudiaba. Un Adán, lo que yo te diga.

Ya puesto con la manguera, me ha cambiado la arena. Es que tiene un sistema un poco peculiar de limpiarme el arenero: lo saca a la calle, lo apoya contra la valla del vecino, y se lía a manguerazos. De vergüenza ajena.

Cuando ha acabado con el coche y con el arenero, me lo ha rellenado y puesto en su sitio. Antes de hacerlo, tiene que barrer la arena que echo fuera, a veces queriendo, a veces sin querer. Como ya te he dicho alguna vez, yo, es que no sé qué me entra cuando veo la arena limpia y recién puesta. Que no puedo evitarlo, que no puedo: me lanzo en barrena a revolcarme y acabo dejando más fuera que dentro.

Ya me ves al calvo, cuando, después de todo el faenón, entra a la cocina y ve la playa que he organizado. Un cabreo que te cagas. Unos gritos, para qué contarte.

Si se habrá cabreado, que me ha castigado quitándome la comida hasta mañana. Así, sin avisar. Suerte que soy de poco comer, ya sabes, pero desproporcionado, es desproporcionado, se ponga como se ponga.

Yo creo que sólo tiene razón hasta cierto punto: su rol consiste en cuidarme, vigilarme, mantenerme, en definitiva, aguantarme. Que lo dice hasta un papel del Ayuntamiento -los panolis son muy de seguir las normas y hasta me han empadronado y todo- en el que figura él, el calvo, como mi propietario, con las obligaciones subsiguientes.

Vale, sí, me he pasado un poco, pero nadie dijo que el oficio de dueño félido fuera ni fácil, ni sencillo. Yo tengo mis manías y mis desahogos, y si no le gusta, que se vaya acostumbrando. Si quiere una mascota pasiva y tontorrona, que se compre una perra como la del vecino, no te jode.

Desde luego, hay que ver lo que desahoga la escritura. Y lo que cunde.

Etiquetas:

lunes, 20 de octubre de 2008

BÚSQUEDAS


Al calvo, ahora le ha dado por investigar por qué ronroneo. La otra tarde se tiró dos horas delante del ordenador, hasta que dio con una web en la que decían no sé qué de la vibración de la sangre por una vena que nos pasa entre los pulmones. O algo así, yo es que a estas chorradas no les presto mucha atención.

Qué carajo me importa a mí por qué ronroneo. Ronroneo y ya está. Que la verdad, no lo hago porque sí: da un gusto que te cagas. El runrún se te mete así como por todo el cuerpo, y te entra una relajación que lo flipas.

Relajarse, eso es lo que les convendría a los panolis. Ahora tienen un par de interesados en el piso, y están más insoportables que de costumbre, que ya es decir. Tanto esperar a salir de la ruina más descarnada, y cuando lo tocan con la punta de los dedos, se vienen abajo. Debilidad de carácter, no hay más que verlo.

Si fueran gatos, era provocarse el ronroneo, y se quedaban más anchos que largos. Mano de santo.

Etiquetas:

viernes, 17 de octubre de 2008

AUSENCIAS


Esta noche estamos el calvo y yo solos. La rubia se ha ido de jarana con unas amigas. Para recordar viejos tiempos, seguro. Cosas de protocuarentonas.

El calvo es que es bastante Adán. Es irse la rubia, y ya está cenando porquerías en el sofá. Le ha dado por hacer cuscús -precocinado, no vayas a pensar-. Como se lo come en plan romano, medio tumbado, luego se quedan los cojines llenos de migas. Y adivina a quién se le acaban enredando en el pelo.

Siguiendo con la comida, a mí me han cambiado el pienso, no sé si lo he mencionado. Parece ser que cuando te esterilizan, te da por cebarte y te pones como un globo. Eso dicen los panolis. Piensa el ladrón que todos son de su condición.

Ya me ves a mí, que apenas hago dos kilos y medio, toda esbeltez. Ochenta y siete pesa el calvo. Que ya, más que pesar, gravita.

Y no me extraña. Como te digo, más que comer, engulle. No se va a poner el señorito a hacerse un buen filete, unas buenas lentejas. No. Guarradas de supermercado, de ésas que van envueltas en plásticos de colores.

Eso sí, como te digo una cosa, te digo la otra: ahora, con el barrigón que ha echado, se ha vuelto comodísimo. En su regazo me echo unas siestas que ríete de los colchones ésos que anuncian por la tele.

Etiquetas:

jueves, 16 de octubre de 2008

SUSTANCIAS


Ayer me quitaron los últimos puntos. Me cogió el calvo a traición, me metió en el cestucho ése que tiene para transportarme, y veinte minutos más tarde estaba panza arriba en la mesa del veterinario.

Que según dijo, tengo la herida prácticamente cicatrizada del todo, se ve que soy de buena constitución.

Pasé un poco de repelús, ya sabes que ir al veterinario me da respeto, pero en fin, hecho está. Al salir, el imprudente del calvo va y me pone al lado de un perrucho de ésos con las orejas largas, que estaba sobre el regazo de un niño. Cómo no, me bufé. Unos bufidos que la concurrencia flipó. Y eso que estaba dentro del cesto. El perrucho, como si oyera llover. Lo que yo te diga: no tienen sangre en las venas.

Ya saliendo, el calvo empieza a quejarse de que les destrozo el sofá -cosa cierta: lo que es, es-. Pues no va el matasanos y le recomienda un líquido que, enchufado a la corriente, desprende no sé qué feromonas y, según él, me dejaría mansa como un corderito. No se lo compró -el calvo nunca tiene un duro-, pero quedó en volver el lunes a por él.

No pienso permitirlo. Yo, si hay que arañar, araño, y si hay que morder, muerdo. A mí que no me vengan con potingues. Que se los beba el calvo y luego le hagan el control antidoping.

Hay que joderse.

Etiquetas:

lunes, 13 de octubre de 2008

DECADENCIAS


De un plumazo, he dejado de interesar. Sin venir a cuento, sin avisar. Por razones que no alcanzo a comprender, el número de visitas a estas memorias en directo ha caído cual plomo. Las cifras cantan.

Antes, me leían desde China, Ecuador, Paraguay, Estados Unidos, Australia. Lugares remotos que sólo puedo conocer de oídas, o de leídas, para ser más exactos. Pero mira, las cosas vienen como vienen, y a mí me han venido así.

No voy, sin embargo, a desanimarme: tengo mucho que decir, y pienso decirlo. Aunque nadie me entienda. Aunque nadie me lea.

Es cosa sabida que el candelero es lugar ingrato, de idas y venidas. Lo asumí el día que inicié este testimonio. Ya vendrán tiempos mejores, y a mí, la paciencia, me sobra.

Etiquetas:

jueves, 9 de octubre de 2008

PENURIAS


El calvo se está dejando barba. De vez en cuando, le da por reinventarse. Como no tiene pelo en la cabeza, se lo deja en la cara. Lo malo es que en la cara tampoco tiene demasiado. Lo único que le sale recia es la perilla. Y encima, ahora, canosa.

Es cosa sabida que los calvos arrastran un complejo que te cagas. Aunque, como él, lo nieguen. Secretamente, les gustaría, por compensación, llevar unas melenas hasta el culo. Pero, como no pueden, ya te digo, prueban con barbas, bigotes y similares. Que no es lo mismo, pero ayudan a reivindicar su virilidad. Según ellos, claro.

Lleva unos días taciturno, y con un humor de perros. Es que los panolis tienen un piso a la venta desde hace meses, y no lo venden ni para atrás. Se conoce que la cosa les preocupa. Siempre están con el piso en la boca. El puto piso, la mierda ésta de crisis, dicen. Venga tacos. Yo, la verdad, no me pronuncio: no lo he visto. Se mudaron a la casa antes de llegar yo.

No sé yo, la verdad, si me hubiera hecho a vivir en un piso. Aquí, a ras de suelo, y en pleno campo, las cosas se ven diferentes. Entran hormigas, por ejemplo. Llevamos unos días enhormigados. Cuando me aburro, las persigo y me como unas cuantas. No son gran cosa, pero cumplo con mi cuota de exotismo.

Etiquetas:

miércoles, 8 de octubre de 2008

SILENCIOS


Esta vez me he superado. Te explico: ya sabes que me gusta quitarme el collar a la que puedo, por el coñazo del cascabel. Pues bien, cuando me lo quito, lo escondo donde primero pillo, para evitar que el calvo vuelva a enchufármelo a la primera de cambio. Lo malo es que siempre lo encuentra, y hala, otra vez el puto tilín.

Pero hoy, lo he escondido lo que se dice bien escondido. Ya te digo yo que no lo encuentra. Y ahora, si quiere cascabel, que compre otro. Que éste, con lo gandul que es, con tal de no salir de casa, me veo libre de tintineos hasta el siglo que viene. Eso que gano.

La verdad, en algo sí que tiene razón: estoy destrozando el sofá. Como te lo cuento. Cuando me aburro, me pongo a hacerme las uñas, y estoy dejando los brazos que da pena verlos. Pero mira, te lo digo: cuando siento venir el remordimiento -no soy de piedra-, lo combato pensando que si quieren gata, que apechuguen con las consecuencias. Ya me dirás tú dónde se ha visto un félido que no arañe los muebles. Es algo innato, la misma palabra lo dice.

Etiquetas:

martes, 7 de octubre de 2008

ESTACIONES

Por suerte, ya han terminado de darme la medicación. Que la verdad, era una auténtica tortura: los panolis, entre los dos, tratando de inmovilizarme. Uno abriéndome la boca y el otro -él, siempre él- metiéndome la pastilla hasta el píloro. Que yo, no te vayas a pensar, a bocados y a arañazos, hasta ahí podíamos llegar.

Pero en fin, que, excepto este leve detalle, felizmente superado, la cosa sigue viento en popa. Lo que me noto es como más tranquila. E incluso, maldita sea, más cariñosa. Esto va a ser por la pérdida de hormonas. Como si lo viera.

Por lo demás, en esta casucha ya va refrescando. Suerte del parquet, ya te dije. Pero la biblioteca -por llamarla de alguna manera- es una auténtica nevera. No quiero ni pensar lo que va a ser de nosotros cuando llegue el invierno. Bueno, lo que va a ser de mí. Ellos, que se espabilen.

Menos mal que ya han sacado las mantas para el sofá, y quieras que no, la siesta me la echo bien calentita. A veces quieren quitármelas, cosa que yo resuelvo hábilmente con un mordisco a tiempo.

Cada uno, en su sitio.

Etiquetas:

viernes, 3 de octubre de 2008

VENTAJAS


Desde luego, hay que reconocer que tengo una salud a prueba de bombas: dos días después de la operación, y estoy ya como si nada. El picor ha desaparecido casi del todo, y mi libertad de movimientos está a más de un 90%. Qué más puedo pedir.

Los panolis están preocupados por si se me infecta la herida. Es que pretenden ponerme un brebaje desinfectante a golpe de gasa. Lógicamente, yo no me dejo, así que anoche, el calvo llamó alarmado al veterinario. Que, por cierto, le contestó -cito textualmente las palabras del calvo- que, al ser yo gata, y por ende, limpísima, no debía preocuparme. No es necesario ningún producto milagroso. Que si fuera perra -lo dice él, no yo- sería otra cosa, porque ya se sabe que las perras tienden a enmierdarse -palabras textuales, insisto-, y claro, las complicaciones son más previsibles.

Todo esto no hace más que reafirmarme en mi conocido racismo hacia todo lo cánido, así que, para no repetirme, paso página.

Ahora parece ser que me cambian el pienso: me ponen uno específico para gatas esterilizadas. La verdad, no me parece ni bien ni mal. Ya sabes que soy austera en el comer.

Lo que me preocupa, ya te digo, es el tema cosmético. Cuánto va a tardar en crecerme el pelo de la barriga. Estoy algo ridícula con toda esa piel rosa al aire. No es por decirlo, pero yo tengo un pelaje que lo flipas. Las cosas como son.

A lo que iba: que estoy satisfecha, vamos. A nadie le gusta que la rajen, pero mira, vivo como una maharaní, así que, seamos realistas, algún precio tendré que pagar. Mira a mi madre: entera pero en la puta calle.

Etiquetas:

jueves, 2 de octubre de 2008

SECUELAS


Pues sí, ya estoy esterilizada. Fuera útero, ovarios y toda la mandanga. No he tenido tiempo siquiera de plantearme si quería ser madre. Es lo malo de ser gata: que no te tienen en cuenta a la hora de las decisiones.

Seré franca: el quirófano me dio repelús, aunque, a la hora de la verdad, la cosa fue relativamente sencilla. Un pinchazo en una pata, anestesia y adiós. Lo siguiente, despertarme atontolinada al cabo de un par de horas.

Anoche, la verdad, estaba algo jodida. Quieras que no, la herida te limita los movimientos, aunque he podido seguir subiéndome de un salto al sofá sin demasiados problemas.

Desde aquí te lo digo: lo peor, la estética. Un costurón del quince en plena panza. Si encima le añades el afeitado correspondiente, estoy como para salir en la tele. Con lo que yo he sido.

Más que dolores, lo que siento es como un picazón, amén de la sensación extrañísima de tener medio vientre recosido. A veces me lamo el rajón, a ver si se me pasa el picor, pero no hay tu tía.

Encima, me tienen que medicar durante casi una semana. Esta mañana, a traición, el calvo me ha abierto la boca y me ha echado dentro una pastilla que me ha llegado a lo más profundo. Al tratar de respirar, me la he tragado sin querer. El muy cabrón, parece que no, pero sabe lo que hace.

Etiquetas: